Todo el mundo ha pasado por esta situación: usted está en el trabajo y, de repente, mantener los ojos abiertos y la concentración funcionando parecen ser tareas imposibles. Algunas personas tienen más dificultad que las otras en mantenerse despiertas durante el horario de trabajo o estudio, y hay varios factores que conducen a esa dificultad. La forma en que trabaja el reloj biológico de cada individuo influye en ese punto, ya que algunas personas se sienten más dispuestas en el período de la noche mientras, durante el día, dormir parece ser la actitud más adecuada (o, al menos, la actitud solicitada por el, cuerpo).

También es importante prestar atención al tipo de alimentación que se tiene, principalmente por la mañana y en el horario de almuerzo. Los alimentos pesados ​​o grasosos requieren un gran esfuerzo del organismo para ser digeridos. Por eso, ingerir estos alimentos ayuda a aumentar la sensación de sueño, principalmente después de las comidas. Sin embargo, si usted duerme bien durante la noche, practica actividades físicas regularmente, se alimenta de manera saludable y, aún así, el sueño ataca en el medio del horario o de la clase, la causa puede no ser un comportamiento suyo, pero el aire del ambiente en que usted se encuentra. De acuerdo con un estudio realizado por la State University of New York, en asociación con la University of California, y publicado por el Daily Mail, la gran cantidad de dióxido de carbono encontrada en el aire de los ambientes de trabajo y aulas puede ser la responsable por la sensación de sueño excesivo. Esto es porque esta sustancia afecta nuestra capacidad de concentración e incluso de tomar decisiones con claridad.

La investigación contó con la participación de 24 voluntarios, que fueron orientados a realizar algunas tareas simples involucrando concentración. Deben realizarse en tres ambientes diferentes. Uno de ellos poseía una concentración de CO2 de 600 partes por millón (ppm), en la segunda esa tasa era de 1000 ppm y, en la tercera, alcanzaba las 2500 ppm. Los resultados fueron claros: en las salas con mayor concentración de CO2 los voluntarios tenían mayor dificultad para realizar las actividades propuestas sin bostezar.

Este es un problema bastante difícil de resolver, ya que la fuente principal de dióxido de carbono es la respiración humana. Por lo tanto, en lugares donde muchas personas conviven, es natural que haya una gran concentración de CO2. En general, esta concentración puede llegar a ser de dos a ocho veces más alta en ambientes cerrados que en espacios abiertos.

Según la investigación, en un ambiente externo la concentración de dióxido de carbono es de aproximadamente 380 ppm, mientras que en ambientes de trabajo llega a ser de 1000 ppm. En las aulas el problema es aún más serio y las tasas de CO2 pueden llegar a 3000 ppm.

Para resolver la cuestión, es importante entender que la cantidad y la calidad de la ventilación están directamente relacionadas con esos números. En ambientes bien ventilados, con circulación de aire, la concentración de dióxido de carbono disminuye y, con ello, la sensación de somnolencia tiende a disminuir. Sucede que cuando bostezamos, nuestro cuerpo está tratando de reequilibrar la relación entre oxígeno y CO2 en la sangre. Por lo tanto, las ventanas abiertas o un acondicionador de aire con filtros limpios pueden ser la solución.