La explicación

El resultado mostró que, independientemente del tipo físico de cada una, la convivencia con el compañero en un mismo ambiente puede acabar interfiriendo en la alimentación. Es decir, si el socio tiene malos hábitos, con el consumo de muchos productos industrializados y golosinas en general, esto puede influenciar a la mujer, haciendo que ella también pase a comer de esta forma y, consecuentemente, haciendo que el peso aumente. Por otro lado, también hay buenas influencias. Un compañero que suele practicar actividades físicas tiende a estimular que la mujer también comience a hacer ejercicios.

¿Por qué las mujeres son mayoría?

Lo curioso es que los cambios ocurren de forma más frecuente con las mujeres. Esto tiene que ver con el hecho de que, aún hoy, hay una sobrecarga mayor sobre el sexo femenino, especialmente después del matrimonio. Mientras que para el hombre poco cambia en su rutina, para la mujer ocurre una acumulación de funciones - el trabajo fuera con los cuidados con la casa y, en el futuro, con los hijos.

Esta sobrecarga puede generar ansiedad y la comida acaba siendo utilizada como una válvula de escape para muchas situaciones. Además, los momentos a dos tienden a incluir cenas y aperitivos, con alimentos poco saludables teniendo una presencia constante en esta nueva fase de la vida.

Ante todos los datos, la sugerencia de los investigadores es para que las parejas se animen mutuamente a llevar un estilo de vida más sano, ya sea creando una rutina de ejercicios o empezando a incluir elementos diferentes en el menú diario.