Desde su creación en 1983, por el francés Illouz, la liposucción ha tenido grandes avances técnicos, cada vez más segura y menos agresiva.
Originalmente creada a través de la introducción de cánulas de gran calibre, utilizadas para la aspiración de la grasa, la técnica no rara llevaba a la producción de irregularidades, nodulaciones y grandes equimosis (roxidón). Esto se debió al hecho de que una cánula gruesa "arrancar" la grasa de forma grosera y con mucho trauma para el tejido graso.
Con el paso de los años, las cánulas se afinaron cada vez más, lo que ayudó a minimizar el trauma quirúrgico.
Asociada a la utilización de anestésicos locales y adrenalina, el sangrado intraoperatorio también fue minimizado, así como la necesidad de la utilización de grandes cantidades de anestésicos generales, ya que la anestesia local reducía sobremanera el estímulo doloroso.
Cuanto menor el trauma, menor el sangrado, mejor la recuperación, menor el período de alejamiento de las actividades cotidianas, mayor la seguridad de la cirugía. Así, la liposucción se fue popularizando, por tener mejores resultados y mayor seguridad.
Pero, en mi opinión, el mayor avance de la liposucción fue la introducción de mecanismos vibratorios en las cánulas. Con la cánula vibrando al penetrar en la grasa, el trauma en el tejido graso es mucho menor, lo que puede ser comprobado con un menor sangrado, menor dolor postoperatorio, recuperación más rápida y menor probabilidad de irregularidades. Este tipo de mecanismo pasó a ser llamado de la vibración.
Después de hacer por primera vez la vibración, nunca más volví a hacer la liposucción tradicional. Lógicamente, el resultado de la cirugía aún está en las manos y en la experiencia del cirujano que manipula la cánula, pero sin duda alguna, la vibrolipoaspiración vino a facilitar la vida del cirujano y la recuperación del paciente.