Algunas piezas de cuero, como las abrigas y las chaquetas nunca salen de moda y dan un toque especial en la composición del visual de quien le gusta estar siempre elegante. Y a la hora de guardar esas piezas, que generalmente quedan olvidadas en el armario durante las estaciones más calientes, hay que tener algunos cuidados especiales. Si no están debidamente guardadas, pueden presentar hongos, manchas y deformidades.
Como el cuero es de origen animal, está sujeto al ataque de los terribles hongos, principalmente si se almacena en lugares húmedos y oscuros. Por eso, las piezas no deben colocarse en bolsas o cubiertas plásticas, este tipo de embalaje crea el hábitat perfecto para que los microorganismos se proliferen y estropean sus ropas. Prefiera usar capas oscuras de TNT, para evitar que se sujeta o degrade con incidencia de la luz.
Si la pieza se queda en el armario durante un largo período, lo ideal es además protegerla con la capa de TNT, exponer al menos cada 30 días en un lugar fresco y con sombra. Vale también dejarla en el sol, pero sin quitar la capa. Nunca guarde las piezas si están húmedas, esto vale tanto para la lluvia y para el sudor. Lo correcto es dejar que se sequen y se ventilen, preferentemente de un día para el otro, para que sí se guardan.
Para colgar los abrigos de cuero, utilice perchas de plástico o de madera, que deben ser anchos para evitar deformidades en el área de los hombros.
Quien tiene miedo de errar en los cuidados con las ropas de cuero y prefiere que las piezas sean tratadas por quien entiende del asunto, debe buscar las lavanderías especializadas que lavan, higienizan y reavivan el color original del cuero. Si las piezas se conservan bien, se pueden lavar en el intervalo de un año. Cuando se usan con frecuencia, lo ideal es lavarlas cada seis meses o incluso cuando presentan pequeñas suciedades, que si quedan impregnadas en el cuero pueden acabar transformándose en marcas más profundas que difícilmente pueden ser removidas sin que el material sea dañado.
Es normal que aparezcan pequeñas manchas, cicatrices o diferencias de tonalidad después de un proceso de limpieza. Así como la piel de las personas, que reacciona de forma diferenciada a los diversos tipos de productos, cada piel animal puede presentar diferentes características al ser sometida a procesos de limpieza. Dependiendo del estado de la pieza, puede pasar por procesos de teñido y rehidratación, que recuperan hasta el 80% de la apariencia original hasta las más comprometidas.