Dormir es una necesidad fisiológica de todo ser humano, además de ser un el momento fundamental para descansar el cuerpo y la mente. Sin embargo, quien sufre con el insomnio sabe muy bien cómo es pasar noches en claro a la espera del sueño que tarda en llegar o simplemente no aparece.

En la mayoría de los casos, el insomnio puede estar relacionado con la ansiedad, la depresión, el estrés o los cambios hormonales, comunes en el cuerpo femenino. Quien no duerme bien necesita lidiar con el cansancio, que muchas veces es denunciado por las terribles ojeras.

Pero las consecuencias de una noche mal dormida van más allá de la somnolencia al día siguiente. Dormir es fundamental para reponer las energías. Una sola noche sin dormir bien ya puede traer perjuicios a procesos vitales del cuerpo y cuanto mayor es la carencia de sueño, más intensos serán los efectos del insomnio.

Cuando usted duerme menos de lo que necesita, la actividad cerebral disminuye y funciones como atención, creatividad, equilibrio y memoria quedan comprometidas. Sin contar el humor, que es pésimo.

La falta de sueño genera un efecto de estrés que hace que el cuerpo aumente la producción de cortisol y adrenalina, que son las hormonas de la tensión. Estas sustancias disminuyen la acción del sistema inmunológico, abren camino para complicaciones cardíacas y digestivas. Dormir menos de lo necesario también interfiere en la eliminación de los radicales libres, que son responsables del envejecimiento precoz y la formación de varios tumores.

Si el insomnio ocurre durante una semana o en un período de preocupación y estrés, se considera insomnio pasajero. Pero cuando el problema persiste por más de tres semanas, se trata de insomnio agudo. En estos casos, es indispensable someterse a una evaluación profesional para descubrir lo que está causando la dificultad para dormir e iniciar el tratamiento adecuado.